Llego por las 6 de la mañana a Nazca después de haber dormido o por lo menos haberlo intentando en el bus. Me deja justo en la carretera sin desviar para luego seguir en dirección de Lima a lo largo de la panamericana.
No se desvía hacia el centro o la terminal, pero de todos modos, aunque esté marcada en el mapa como una ciudad relevante, se me hace muy chica y a pié con calma en veinte minutos llego a la plaza de Armas. No hay casi nadie a esta hora y probablemente tampoco es temporada de turismo.
El sol ya está alto no obstante la hora temprana y a la sombra de un árbol en un banco aprovecho de desayunar con la comida que entregaron en el bus para la cena. Ya había comido así que me la guardé para este momento. Además cepillo los dientes con agua de una botella que traigo conmigo: ya que no hay nadie pues mejor ser práctico sin pena.
Regreso por la misma calle de donde vine y pregunto a una agencia de tour en avionetas para ver las líneas de Nazcas (figuras representantes animales simbólicos dibujados en el desierto sobre una áreas de cientos de km2 hechos por poblaciones preincaicas). La verdad no es que quiera irme en avioneta por varias razones, sino quiero saber si haya alguna manera de poder ver algo de manera más sencilla. Me confirman que sí, que se puede hacer tomando un bus local que sigue en la panamericana bajando a la altura de una torre donde te subes por pocos soles y desde ahí se aprecian los dos dibujos grandes que se encuentran a lado.
Les pregunto además si gentilmente podría dejar mi mochila grande en algún lugar y con mucha amabilidad me la guardan en un rincón.
Me dirijo a la terminal y preguntando subo al bus que me sirve. Tardamos en arrancar porque buscan la manera de llenar más los cupos, pero las señoras sentadas cerca de mi ya comienzan a quejarse. Llegamos al punto que ya el chofer tiene que moverse muy despacio llamando por las calles a la gente que quiera ir hacia el norte entre las quejas más firmes de las señoras. Nada más 40 minutos y llego a la torre donde como explicado consigo ver un par de dibujos de las líneas de Nazcas.
Bajando tengo suerte de ver otro bus que va llegando, así qué haciendo la señal con el brazo lo paro y me subo para ir a otro mirador de un cerro donde están otros tipos de dibujos diferentes de las líneas anteriores.
El sol está fuerte aunque no hace mucho calor. En esa segunda etapa la torre está más adentro en el desierto por unos 200m con una casita anexada donde te explican la origen y significado de los dibujos.
El problema del día se manifiesta a mi salida. Me pongo en la orilla de la panamericana y noto que ningún bus quiere parar.
Les hago señal a los camiones y carros y tampoco sirve. Después de media hora o más una moto con un señor se aproxima y comienzo a hacerle señal de parar. Me sobrepasa algunos metros y gritándole de que me lleve al pueblo más cerca se para. Le explico mejor el asunto de que estoy visitando el lugar y ningún bus se para aquí, entonces se me puede llevar al primer pueblo donde haya una parada.
De hecho, justo al primer pueblo tiene que ir el señor y gentilmente me deja montar. Aquí está mi primer aventón en moto del viaje en el desierto de Nazca en la panamericana. Media hora de recorrido y llegamos a la parada del pueblo donde media hora más tarde consigo el bus de vuelta a la ciudad.
Llego a la agencia y agradeciéndoles por el favor hecho tomo mi mochila para ir a tomar el bus para Ica, la ciudad de la provincia cercana antes de Lima, construida a la orilla de un desierto de dunas hasta que una duna misma y grande se encuentra en el medio de la ciudad. La idea es ir a acampar en la oasis famosa de Huacachina. En dos horas de viaje llego al desvío de la carretera que lleva al oasis. Son 4 km y los hago caminando.
Poco a poco dejo los barrios y llego a unas dunas de arena grandes bordeada por la carretera que con una subida y dos curvas a serpiente desmonta al otro lado en la pequeña oasis. Pocas casas, un hotel, un hostal, una disco, algunos bares y quioscos forman el conjunto de edificios a la orilla del laguito rodeado por un malecón y al otro lado por un grupo de palmeras y árboles con arena dejando esta parte más natural y que elijo como lugar donde acampar. Compro un agua a una señora de un quiosco y le pregunto a qué hora cierra por si puedo dejar la mochila a lado e ir a ver el atardecer desde la punta de la duna más grande que se eleva atrás de las palmeras. Me dice que sí, hay tiempo para que pueda hacerlo y que no me preocupe de la mochila.
No es mucha distancia pero subir en la arena te cansa un montón y sientes las piernas doler. Llego arriba y somos en dos y cada uno aprovecha del otro para una sesión de fotos. Justo a tiempo antes que otra gente llegue y cada quien se sienta por su cuenta a observar el atardecer mágico del sol dorado derretiendose en el desierto de dunas igualmente doradas: como una joya celeste preciosa que se moldea en la dimensión terrestre. A nuestras espaldas la ciudad también se hunde y funde entre las dunas sin que se perciba o vea una distinción clara entre la urbanización y el desierto.
Al crepúsculo me bajo a recoger la mochila y caminando me voy a un carrito a comer unos paninos como cena. Gracias al alumbre puedo ver bien la zona sin casas entre la palmeras donde quiero acampar y con tranquilidad armo mi carpa escavando con las manos para clavar los tirantes en la arena más dura.
De ahí a poco los chicos que venden artesanías en el paseo principal ponen sus carpas también. Voy a dormir temprano pero no sirve a mucho visto que la discoteca del hostal pone música alta y se escuchan los gritos de los jóvenes hasta las 3 de la madrugada o quizás hasta las 4.
Al despertar veo los vendedores ya despierto fumando sus porros y me acerco a echar una platica. No siento mucha sintonía y la hora más adelantada de la mañana, más de lo que pensaba, me da el pretexto para separarme e ir a los baños públicos que están cerca del quiosco de la señora que me guardó la mochila; tienen duchas y están bien cuidados y limpios.
Me arreglo y perfumado por fin me voy caminando hasta la salida donde agarro un tuc tuc hasta la terminal para tomar un bus para Lima. Es un viaje de dos horas que por el precio barato se convierten en 5 horas, porque va parando por todos los pueblo hasta atraparse en la hora pico de la periferia de Lima.
Fueron dos días intensos en el desierto sur-costeño de Perú y ahora me toca conocer la capital del País con su locura de tránsito y el manejo de los peruanos que por lo visto es el peor que vi hasta ahora. Vamos a descubrir cómo será mi segunda capital latinoamericana del viaje.
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