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Hasta Perú



Con esa sensación extraña de dejar un hogar sin alguna obligación sino el hecho de seguir descubriendo nuevos lugares arranco mis pasos hacia la salida del pueblo.

Ni 200 metros recorridos y un carro se para mientras le hago la señal con el pulgar mano arriba. Es un carabinero que termina su turno de 48h seguidas en San Pedro y vuelve a Calama. Necesita compañía para que pueda quedarse atento al manejo en esa ruta monopaisaje que puede aburrir mucho si la haces todos los días.

Además de mi conversación una lata de redbull le ayuda la concentración y en una hora y poco ms llegamos a Calama.


Me deja en el centro así que como siempre me dirijo a la salida a pié. Una hora de camino hasta llegar al punto donde terminan las casas. No llevo mucho tiempo esperando y un pick-up de trabajadores de la mina a cielo abierto más grande al mundo Chuquicamata, me llevan hasta el desvío de la carretera a sólo unos 5km de distancia.

Todo es monocolor alrededor, piedritas blanco/amarillas pintan un desierto enfatizado por la casi ausencia de tráfico ya que por aquí solo los mineros suelen pasar. De Calama casi todos van hacia el sur a Antofagasta o Santiago y los que de otras regiones suben al norte siguen la panamericana que pasa más cerca a la costa y que intento ahora alcanzar.

La suerte me acompaña y dos hombre con su pick-up están aorillados comiendo un ceviche traído de casa y van a Tocopilla por la ruta  24 justo la que cruza la panamericana 5. Así que les pido si pueden llevarme hasta la interconexión de las carreteras y después de una preguntas para entender lo que hago deciden llevarme.

El camino sigue para abajo dejando el altiplano de Calama pero el desierto sigue rodeándonos mientras los postes de alta tensión nos acompañan a nuestra derecha. En unos 40 minutos llegamos a mi destino intermedio.

Bajo y como en esas películas gringas me veo solo con mi mochila en un cruce en el medio de la nada sin nadie y con rollos de  yerbas secas corriendo.



El sol perpendicular no deja sombras. De vez en cuando camiones de carga pasan pero la mayoría rumbo al sur. Lo que vienen en mi sentido se escuchan antes de que aparezcan a lo lejos detrás de la loma que hace la carretera mostrando solo así la parte más alta del vehículo que luego poco a poco muestra su entera figura. 

Una hora de espera antes de que un señor con otro pick-up rojo típico de las empresas mineras chilenas me levante. Hacemos un buen tramo juntos hasta que llegamos a una aldea chiquita y donde se encuentra un retén de carabineros.

A pié paso el puesto de bloque y me pongo de nuevo a pedir un pasaje a lado de unos carro oxidados abandonados.

Unos 15 minutos y una señora con carro de color otra vez rojo me recoge. Se va a Iquique un buen jalón de 250km.

Conversamos bastante y de todos sus trabajos diferentes (es una que se aburre de hacer siempre las mismas cosas) ahora vende ropa y zapatos. La buena Charla hace pasar el tiempo rápidamente y ya se acerca el atardecer. Mi destino por hoy es Arica en la frontera con Perú.

Cuando alcanzamos el desvío para Iquique me deja a una gasolinera así que pueda tener más chance de encontrar a alguien y tener un abrigo para una eventual noche ahí. Paso un buen rato intentando a encontrar a alguien que vaya a Arica y al fin encuentro unos chicos que me acercan no muchos kilómetros donde hay la conexión con la ruta hacia Bolivia y por eso bastante controlada por la policía. Ya es noche y es difícil encontrar un pasaje. Un chico igual que yo de regreso del trabajo de una mina va de vuelta a Arica y nos ponemos a buscar juntos hasta que un bus se ofrece a llevarnos a buen precio. Aceptamos de buen grado y con otras casi 3h de viaje llegamos a Arica.

Son las 12 de la noche y me encamino al otro lado de la terminal a buscar un cuarto para dormir y seguir a la mañana siguiente hacia Perú.

Encuentro una habitación bien barata después de preguntar a varios arrendadores porque la mayoría de las piezas están ocupadas y por fin cansado me voy a dormir.

A la mañana siguiente me levanto a las 8 me tomo una ducha en la zona compartida y al volver a mi habitación me doy cuenta que me quedé cerrado afuera. En toalla voy a avisar al chico de guardia que con un bulto gigante de llaves viene a ayudarme buscado la copia. Obviamente la llave de mi cuarto es la última a ser probada después de creo media hora de intento. Para no terminar aquí la mañana torpe, mientras me cepillo los dientes las llaves se me caen adentro en el lavabo que está en el cuarto. En pánico intento ver qué opciones tengo hasta que veo que el tubo abajo en su curva tiene una tapa: la destornillo y se caen las llaves y unos cuantos cabellos asquerosos.

Alistado entrego las malditas llaves y me voy a la terminal justo en frente y subo al primer bus hacia Tacna, la primera ciudad peruana. A la aduana tardamos bastante porque unos turistas franceses perdieron el boleto de migración que dan cuando entras al país y no los quieren dejar pasar.


El camino hasta la otra ciudad es mero desierto, nada de nada sino solo el asfalto con sus coches. Y pensar que aquí estaría el cachito de tierra que los bolivianos tendrían por el tratado posguerra del pacifico y que nunca usaron para hacer su puerto.

En fin, después de dos horas desde que salí de Arica llego a la terminal de Tacna. Miro la hora y es la misma de cuando salí de Arica. ¿Oye pero que es eso? Y me doy cuenta que esta frontera es tan rara que cuando Chile tiene el horario legal de verano los dos países se llevan dos horas de diferencia. Mismo sol, pero en Arica la puesta es a las 7 y un metro mas adelante a las 5. Que cosa tan rara.

En la terminal busco un bus a Arequipa y el tiempo de espera antes de salir lo gasto comprando un chip nuevo para el teléfono, cambiando la plata a soles peruanos y comiendo algo.

No voy pidiendo jalón porque hay mucho camino pero también porque Miller el chico colombiano que conocí en Patagonia me contó cosas malas sobre estos lugares. Bueno aún estoy al comienzo de mi profesión mochilera, luego como verán a mi segunda entrada a Perú viajaré sin problema a dedo (nunca juzgar en base al cuento de uno solo). 

 Volviendo al viaje, estoy sentado a lado de un chico peruano que cree que soy chileno. Mi mes y medio casi en esa tierra me pegó un fuerte acento. No le digo nada y dejo que se quede con esa idea contándole cosas bonitas de Chile como un ciudadano orgulloso.

El paisaje se queda por mucho tiempo desértico hasta que cruzamos varios cerros donde en sus valles encajados pasan unos ríos que donan un color verde a sus zonas cercanas casi todas aprovechadas por campos de arroz o maíz.

Pasamos otros cerros y zona mineras hasta finalmente abrirse delante de nosotros el altiplano de Arequipa con sus dos volcanes hermosos atrás con las cimas nevadas. Estoy viajando en primera fila del piso de arriba de este bus que tienes dos niveles y puedo apreciar este panorama increíble.


Llegamos a la ciudad las cuyas periferias tienen color naranja por los ladrillos de las casas que la gente suele no terminar pintando afuera, algo que se me hará muy normal en el resto de Sur América en la zona Andina.

Por la dirección que me dejó mi anfitriona de la primera noche, Norry, me acerco a su casa con un tuc-tuc clásico peruano que inunda con su presencia y bocina todo el país, marcando así el primer paso de mi descubierta de la cultura peruana que tendrá mucho que enseñarme.

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